Parecía el despertar habitual una noche de truenos y relámpagos, pero no…
Otra vez volvió a aparecer ella en mis sueños. Me sobresaltó tanto su presencia, que creía ya olvidada; que los ojos no tenían ganas de perder su visión tan concreta… y costó retomar la almohada y volver a dormir.
Pero, entre sudores fríos; la cama se quedó helada. A pesar de mis esfuerzos por recogerme de nuevo al abrigo de las sábanas, mis ojos se volvieron a abrir como si fuesen las 10 de la mañana de un domingo.
Me incorporé y decidí acercarme al baño, lavarme y cambiar la camiseta.
– ¡Las 00:30! ¡Pero si acababa de acostarme!
Sonreí mientras volvía a recostarme en la cama aireada para evitar la humedad que la había inundado… Todo estaba en silencio, en calma, volvió a aparecer como si nada; ¡Qué canalla!
Seguía sonriendo ya con los ojos cerrados y así me he despertado hoy… Tan valiente como en aquellos tiempos en que me amaban…
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